Cada vez son más los hombres que piden ayuda para mejorar la vivencia insatisfactoria de su erección. Son muchos quienes sienten que su hombría y su éxito depende de ella. Piensan que su desempeño como amantes depende de la erección, que si no tienen buenas y largas erecciones no pasarán la prueba de la masculinidad.
La erección es símbolo de potencia, de juventud, de capacidad, de salud, de masculinidad… Este simbolismo ligado al poder habita con el imaginario de su contrario, la falta de poder (impotencia), apareciendo todo tipo de miedos y angustias: ¿soy menos hombre si no tengo erección?, ¿soy peor amante si mi pene no se erecta?, ¿sin erección se acaba mi vida sexual?, ¿estoy enfermo?, ¿me va a dejar mi pareja?, etc.
La histórica representación fálica ha sido amplificada a través de la imagen pornográfica aumentando exponencialmente la veneración a los penes erectos. La iconografía de la erección lleva en ocasiones a fetichización del poder que puede representar, independientemente de si existe deseo de penetración (penetrar o ser penetrado/a).
A todo ello sumamos la existencia de la medicación para la falta de erección que (sin menospreciar sus beneficios) pone la mirada patológica sobre la erección llevando cuestionarse y medicarse innecesariamente a quienes ni se lo habían planteado.
En mayor o menor medida todo el mundo quiere gustar, ser amado, ser elegido, etc. y ser buen amante suma puntos para ello; pero eso no pasa obligatoriamente por tener una, otra o ninguna erección.
Los encuentros sexuales son entre hombres y mujeres en todas sus combinaciones, no entre sus genitales. El pene y la erección del mismo puede ser fuente de placer pero lo que hace especial un encuentro es lo que emerge entre las personas más allá de la práctica y/o los genitales que medien en ella.
Para ser un buen/a amante, más que una buena erección hace falta educación sexual, autoconocimiento y capacidad de “leer” y comunicar a otro/a. Si deseas mejorar estas u otras cuestiones de tu sexualidad no dudes en consultarme.
