El verano, las vacaciones, el calor… pareciera que es el momento perfecto para el amor y la pasión. Las obligaciones se diluyen, la cotidianidad queda atrás. Viajar a sitios nuevos, conocer a gente nueva, todo es estimulante.
Y sí, hay bastante de cierto en todo esto y es que en vacaciones nos damos permiso para el placer. Son muchas las personas que al viajar se permiten ser de una manera diferente a cuando están en casa y también está quien le resulta más fácil “entregarse” a algo que está abocado a ser pasajero. Todo ello no resta valor a la sensación de gozo veraniego ni a la emoción de amor de verano. Pero os invito a pensar qué hace que todo esto se produzca en ese momento y lugar y no en otro o tal vez no, tal vez puede haber amores y pasiones como las de verano todo el año…
Si nos paramos a analizar nuestro día a día es muy probable que vivamos bajo un manto de obligaciones y constricciones tanto externas como internas (ganar dinero, cubrir gastos, tener esto y aquello, cuidar de seres queridos, estar sano/o, mantenerse deseable…) que hace que nos mantengamos ocupados/as para sentir que vamos cumpliendo. Pero ¿Cuánto tiempo dedicamos al placer, a los placeres, a las pequeñas cosas que nos conectan con la vida y con aquello que nos hace sentir vivos/as, con el deseo, aquello que nos impulsa hacia delante?
Es muy posible que la respuesta sea poco o nada. Mantenemos bloqueada toda esa dimensión para ser más productivos/as, cómo si la vida y una de las funciones de ella. el placer, no fuera hacernos avanzar…
Veo muchas personas que no se permiten conectar con el placer por miedo a defraudar a un ideal, por miedo a perderse en lo desconocido. Mi trabajo es acompañarlos/las y para que puedan experimentar poco a poco, los beneficios de parar e ir dando espacio al placer en sí mismos/as y en sus vidas.
Diana Fernández Saro
No hace falta que sean vacaciones para poder disfrutar y ser feliz, no hace falta irse lejos para conectar con la pasión o el amor en profundidad. Todo es posible en el día a día si le damos espacio a que suceda y nos abrimos a sentirlo. Porque sentir y amar no es un peligro es un superpoder si nos lo permitimos y aprendemos a gestionarlo.
